Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

Momentos estelares

Hoy estoy reflexivo. Estoy filosóficamente reflexivo y por lo tanto voy a contarles mis pensamientos. Creo que la vida está compuesta por diversos tipos de momentos. Dejando a un lado las desgracias, esos momentos tristes, de pérdida y sinsabor que nadie desea pero que forman parte de la existencia desde antes de que el mundo fuera mundo y de que el hombre fuera hombre; existen los momentos rutinarios y los momentos estelares.
La rutina nos aburre. Sin embargo, un hombre inteligente –o una mujer–, ha de cimentar en su rutina lo que más tarde puede hacer que sea más fuerte la irrupción del otro tipo de vivencia: el momento estelar, el triunfo, la gloria.
El momento para el que vivimos. Ese momento en el que las leyes de la probabilidad poco importan. Ese momento en el que te das cuenta de que en pocos segundos se cumple el sueño de tu vida. Que se paraliza el tiempo y se abre ante ti la oportunidad. Ese momento en el que Paris, con Troya en llamas, se da cuenta de que tiene al héroe aqueo Aquiles a tiro de flecha. Esos segundos en los que cogiendo el proyectil, tensa la cuerda de su arco y la orienta, seguro de sí mismo, sin posibilidad de fallo alguno –es el Momento– al talón del pélida.
Quizá en los eventos deportivos se vea con mayor claridad: aquellas décimas de segundo en las que Iniesta encaró con su pie derecho la portería de la selección holandesa. Aquella primera vuelta de Fernando Alonso en Hungría, en 2006 o aquella de Senna en Donington, en 1993. O aquella canasta, en baloncesto, que te da el triunfo en el último segundo. Pero lo cierto es que, aunque el deporte es el ejemplo visible, la vida de cada persona tiene su momento –o momentos– estelares. Ese momento en el que sales del último examen de la carrera, sabiendo que lo has superado.
Por lo tanto, mi moraleja es que, en nuestra rutina, tenemos la obligación moral de ir forjando el mayor momento estelar que nuestro talento pueda alumbrar.

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