Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

Gilles, Ronnie

Dicen muchos de los cronistas de la Fórmula Uno que existen dos tipos de campeones. Unos: los pilotos que han conquistado el campeonato del mundo y han bañado en gloria sus triunfos. Otros: aquellos que careciendo de título, se han ganado el calificativo de campeones. Entre estos últimos se suele mencionar siempre a Stirling Moss, subcampeón del mundo cuatro veces, entre otras cosas, y vencedor de 16 grandes premios puntuables.
Pero entre los tres campeones sin corona que se mencionan contínuamente hay otros dos, que se cuentan entre mis cuatro o cinco pilotos favoritos en la historia del automovilismo. Ambos con un estilo de pilotaje muy parecido entre sí y muy diferente al resto. Su memoria aún perdura, y aún en los circuitos se pueden ver pancartas con sus nombres, pese a ser pilotos de los años setenta. Ambos murieron como consecuencia de accidentes en grandes premios de fórmula 1.
Ronnie Peterson, sueco, corrió para equipos como Lotus y Tyrrel, pero quizá en el momento equivocado. En lotus coincidió, en su primera época con Fittipaldi, y en Tyrrel, quemó sus esperanzas en un fracasado P34 de seis ruedas, uno de los coches más atípicos de la historia. Y cuando volvió a Lotus, Colin Chapman le asignó el papel de escudero del americano Mario Andretti, prioridad absoluta del equipo británico de cara al campeonato -como vemos, los ingleses nunca usan las órdenes de equipo, eso es cosa de los latinos como Ferrari-. Ronnie, todavía con opciones al título en el momento del choque, falleció consecuencia de una embolia grasa, tras sufrir 17 fracturas en las piernas a raíz del accidente múltiple en la curva Grande de Monza. Se iba uno de los pilotos más rápidos y carismáticos de la parrilla, capaz de hacer la vuelta rápida trazando de una manera singular, derrapando siempre a la salida de las curvas, y pasando por encima de los baches que se encontraba en su camino, aquellos que hacían estremecer a cualquier otro piloto.
Joseph Gilles Henry Villeneuve, canadiense, de Quebec. El nombre de Villeneuve, está irremediablemente unido al de Ferrari. Empezó corriendo en motos de nieve en su pais, pasándo más tarde a triunfar en los coches -como haría su hijo Jacques en los años 90- en las series americanas como la Atlantic. Luego de una carrera para McLaren, en que con un coche del año anterior estuvo a punto de acabar cuarto, fue llamado por Don Enzo a Maranello. Le quería como piloto sucesor del bicampeón Niki Lauda. Dos carreras para Ferrari, abandonando en ambas en 1977. Un 1978 desastroso, hasta que en su casa, en Canadá se impuso por primera vez en el circuito que hoy lleva su nombre. Villeneuve nunca se rendía, fue un gran escudero de Shekter en 1979, y no fue más querido su compañero por ganar el título, porque a partir de ese año 79 el nombre de Gilles Villeneuve era el que más resonaba en boca de los tifosi. En Watkins Glenn, en el Gran Premio de Estados Unidos, bajo la lluvia en calificación le metió 10 segundos a los demás coches. Ojo: 10 segundos en una vuelta, casi nada. Aunque su más recordado duelo fue en el Gran Premio de Francia contra el Renault de Arnoux, duelo a muerte, tocáandose, rueda a rueda, con humo de los neumáticos, adelantándose uno a otro durante varios minutos… por un segundo puesto. En 1981 tuvo dos carreras memorables, una, en Mónaco, cuando ganó tras un fantástico adelantamiento sobre el Williams de Alan Jones. Y la otra en el Gran Premio de España, en el circuito del Jarama, cuando durante buena parte de la carrera mantuvo a 5 coches detrás de sí, a menos de un segundo, ganando con un coche más lento que el de sus rivales. Murió en Zolder en 1982, en el GP de Bélgica, cuando durante la clasificación intentaba superar a Jochen Mass que iba lento con su March: los dos coches entraron en colisión, provocando un accidente brutal, mortal de necesidad para Gilles. Su hijo, el rapidísimo en sus tiempos Jacques, y con un estilo de conducción muy diferente al derrapante de su padre, logró el título de campeón del Mundo de Formula 1 en 1997 en Jerez, a bordo de un Williams, luchando precisamente contra el equipo de su padre: Ferrari.

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