Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

El mundo en evolución

El mundo actual ha recuperado la que quizá sea la nota más positiva que pudimos extraer de la segunda revolución industrial: el ser humano, mediante la técnica y con persistencia, puede conseguir todo aquello que se proponga. La bombilla, el automóvil, la radio y el teléfono eran inventos revolucionarios para la Belle Époque del mundo eurocéntrico de principios de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Nada de lo que el ser humano había soñado parecía imposible en aquella época. La contención de las potencias europeas desde la Guerra Franco-prusiana, parecía confirmar, en ese nivel de optimismo, que el ser humano por fin había alcanzado un estadio superior en su civilización.

La Gran Guerra terminó con aquella concepción del mundo, y millones de personas se despertaron del dulce sueño al que durante décadas habían estado sometidas. Esa guerra trajo como consecuencia, además, el fin del individualismo y el nacimiento de las dos ideologías más duramente colectivistas y liberticidas de la historia: el fascismo y el comunismo.

Una vez superadas, al menos en la mayor parte de los países occidentales, las principales consecuencias negativas de esas ideas nacidas de la Primera Guerra Mundial, la revolución tecnológica de los últimos años y el nivel de vida alcanzado, a pesar de las crisis económicas, parece haber devuelto al ser humano al estado de optimismo antropológico de hace más de un siglo. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce: según en qué países, los fundamentalismos renacen y vemos como son asesinadas y desplazadas miles de personas por motivos de religión (caso del Estado Islámico) o son reprimidas las libertades individuales y derechos civiles y políticos que con tanto esfuerzo se han ido consiguiendo, en determinados países de América del Sur.

Como vemos, la evolución de la civilización es un camino no exento de obstáculos que superar. Veremos si nuestra civilización es capaz de soportarlo.

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