Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

¡Que se calle!

Últimamente se ha hecho más patente, y quizá se ve con una mayor claridad si nos referimos a la arena política, que es tristemente difícil expresar según qué ideas en España. A la estúpida censura de la corrección política de nuestra agilipollada opinión pública (que ve machismo, racismo o xenofobia en casi cada expresión que no explique de antemano a lo que se refiere), se le ha unido irremediablemente la sarta de censores, generalmente de izquierda aunque no faltan en la derecha, que a la mínima se echa encima de cualquier persona que, con sus argumentos, desafíe el sentimiento demagógico establecido que hace su modus vivendi de la queja contra aquellos que han logrado triunfar de alguna manera.

Lo peor, no es que desafíen el principio de libertad de expresión, establecido por Voltaire desde la Ilustración. Lo peor es que digan constantemente, incluso con expresiones verbalmente violentas, que quien opina, ha de callarse. Esta situación obliga a muchos, que están de acuerdo con el oprimido, a callarse, a no alzar la voz, para no meterse en problemas.

Los únicos límites a la libertad de expresión son, y deben ser, los legales. Mientras no injuries, calumnies, amenaces o incites al delito, deberías poder decir lo que quieras. Deberías poder tener total libertad para decir lo que te diera la gana. Incluso si es un disparate. ¡Cuántas veces en la historia, lo que empezó como un disparate ridiculizado, terminó siendo la teoría generalmente aceptada! Desde el Big Bang hasta la Evolución de las especies.

Este año, en la arena política, ha habido ejemplos de censura de la libertad para todos los gustos. Interpretaciones sectarias de palabras que hacen que dependiendo de la ideología del que las expresa, sean o no calificadas de indignas de ser pronunciadas. Me indigna esta situación. Me indignan los que callan y no alzan la voz para defender la libertad del prójimo cuando es atacada. Me indigna la muerte de los derechos civiles por la vía del miedo a ser calificado por los censores de turno.

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