Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

El putero y la muchacha

Vamos a ver, hijo de puta. Presta gran atención, cabrón de mierda. ¿Te acuerdas del pasado fin de semana? ¡Vaja juergón, chavalón! ¿Verdad? Pues, mira, escúchame bien, colega, porque este puñetero artículo es para ti, mal nacido -ojo, no por ti, sino para ti-. Te gustan mucho las señoritas, ¿verdad? Los señoritos también, pero esto no te atreves a decirlo en público, porque entre otras cosas te provocaría sonrojo y deshonrra entre tus también hipócritas amiguetes -a cuyos panes se te van tus manos en supuestas bromas, o que ellos interpretan como tales-. Pero bueno, a lo que voy, engendro, es a lo de las señoritas. Imagínate, que a tu hermana, a tu abuela, a tu tía o a tu puta madre, a sus dieciséis o diecisiete años, con toda la vida por delante e innumerables sueños, se les hubiera cruzado en el camino un supuesto agente -mánager, inculto- de negocios relacionados con el mundo empresarial, la moda, la canción, el cine o un largo etcétera, convenciéndo a la pobre muchacha de sus innegables dotes y opciones de triunfo en una tierra más próspera, y proponiéndole un falso contrato, con todo incluído, entre coches de lujo y unas palabras harto convincéntes. La pobre chica, que ha llevado una vida mediocre en un país cuya desesperación provaca el exilio por razones económicas e incluso políticas, ve ante sus ojos la oportunidad de su vida, el sueño que ha tenido desde que era una niña inocente y jugaba con muñecas. Y claro, ante tal encantamiento, a ver quién es el listo que no firma -todo lo que puedo perder, piensa, son tres meses, a lo sumo, y si no funciona, me vuelvo-. Y claro, cae en la trampa.

Aquí es dónde te voy a meter a ti en la historia, indeseable malnacido. Ahora llegas tu, después de meterte dos rayas de coca en la taza del váter de los urinarios de un local de música ininteligible y a todo volumen, y claro, puff, al ver tu puta cara de imbécil, ninguna ha caído esta noche. Y no quieres irte a la cama sin un gran subidón, que hoy no apetece pelársela, qué va, hoy es sábado, y aún te quedan un par de gramos para inspirar y degradar tus ya deterioradas fosas nasales. Y reducir un poquito más -y mira que parece imposible- la útilidad de lo que tienes dentro del cráneo. Cagontodo, que putada, serán cabrones, los mariquitas que tienen novia, o que estudian, que se van pronto al catre, pero si aún no ha salido el sol… desde luego, qué gente, no sabe disfrutar de la vida. ¿Y qué hacemos ahora, chavalote? Te pregunta el Pacotino, un tipo de 47 años, que te dobla en edad. Y entonces tu no lo dudas un momento. Ven acá, cacho cabrón, que tengo ‘aparcao’ el buga en la calle mayor. Serán cabrones estos municipales, que te han puesto una multa por aparcar en un lugar reservado a discapacitados -te da igual que tu no lo seas, pero no había sitio cerca esa noche, y como eres así de listo, dijiste: qué tontos son esos que tienen que andar doscientos metros para dejar el coche en el aparcamiento de la carretera de albacete, entre una risa tonta que nadie entendió, mientras tu y tus lameculos orinábais en la fachada de un edificio histórico-. Y así, con toda la mamada y la drogada, y la fumada, y la caraja de sin vergüenza que llevas encima -tu lo llamas disfrutar de la vida- te encaminas carretera arriba hacia el puti de la avenida de Gerona. Por el camino pitas a todo el que se te cruza, adelantándolo a ciento setenta por hora, y, llegando al local, te cagas dos veces en el de arriba, y bajas del coche, orgulloso por tu última pasada. Y no es que hoy hayas tenido un mal día, qué va, lo tuyo es rutina, chaval. Y tu no harás como tu amigo el de Los Avisperos, que, tras verle las orejas al lobo en un par de noches locas, decidió centrarse, y ahora es un honrado funcionario, casado y con familia. Qué va, la vida son dos días -dices- y no la vas a tirar en esas mariconadas que los mayores llaman asentar la cabeza. Y sabes qué, colega, si no te matas en un accidente de circulación, o quedas tetraplégico, matando a un chaval y dejando en silla de ruedas a su novia, o quedas en coma por sobredosis, dentro de unos años serás una puta mierda que deseará que se termine esta pesadilla para siempre, y maldecirás a tus padres por haberte traído a este mundo insolidario que no te ayuda ni se acuerda de ti.

Pero, siguiendo con nuestra historia, flipa tío, tu y tu colega entrais al puticlub, y veis a una chavala -una putita muy viciosilla dices en bajo a tu colega- que es nueva en el garito. Entonces os encamináis hacia ella, y transacción comercial de una cantidad sustanciosa de dinero, os metéis en la misma habitación los tres, la chica aterrada, y con lágrimas en los ojos, al observar a un chulo que la mira desde la barra haciéndole la señal de cortarle el cuello con el dedo pulgar, si no accede a lo que vosotros queréis. No es menester contar lo que ocurrió tras esas paredes, pervertidos. Pero vosotros salisteis muy erguidos, presumiento de virilidad, delante de la clientela putera, mientras comentábais que hoy no habíais disfrutado tanto, a pesar de lo buena que estaba, porque era virgen, la cabrona. Acto seguido, tomáis un cubata, que invita la casa, y un cigarrillo cada uno, montáis en el auto, salís a toda leche sin encender las luces del coche porque ya va rayando el alba, con la intención de iros cada uno a vuestra casa, a dormir tras una noche espectacular, mañana habrá un bajón tremendo, comentáis. Pero estoy seguro de que muchos lectores desearán que no lleguéis a casa, que os estampeis contra una roca sin causar daño a nadie más, o que desaparezcais para siempre y nadie vuelva a saber nada de vosotros. Ojalá nadie siga vuestro ejemplo, malnacidos. Y que algún día esa pobre chica te de una lección de dignidad, cuando tu te encuentres pidiendo a la puerta de una iglesia, y ella haya salido adelante y sea la única mujer honrada que se detenga para echarte una moneda.

Siguiente Entrada

Anterior Entrada

Comentar

Dejar una respuesta

© 2024 Daniel Ortiz

Tema de Anders Norén