Estamos ante uno de los momentos más cruciales la vida político-económica de España. En los últimos cuarenta años nunca ha habido tanto interés por la res pública ni por la economía. Sin embargo, y después de décadas de pervivencia del asistencialismo franquista, reforzado con medidas de consenso socialdemócrata y a pesar del progreso, España sigue siendo un país lejos de los parámetros noreuropeos. ¿Por qué? Voy a intentar dar mi visión, aunque supongo que aquí contamos con 47 millones de versiones.

La primera lección que todos deberíamos aprender es que no debemos fiarlo todo a papá Estado. Primero porque para ser libre cada uno ha de hacerse responsable de su destino, de sus éxitos y sus fracasos y dejar los subsidios, subvenciones y pensiones para aquellos que de verdad las necesitan, que son muchos menos de los que han sido agraciados con ellas. En España es tabú hablar de cambiar el sistema de pensiones a uno de capitalización que las garantice a largo plazo.

La segunda lección es que en un país próspero se ha de primar el riesgo y la iniciativa, y no penalizarlos. ¿Cómo podemos tener la cuota de autónomos más alta de la UE? ¿Cómo es posible esta diferencia con Dinamarca o el Reino Unido? Al hilo de lo que digo, no estaría mal aligerar la burocracia y simplificar los pasos para que crear una empresa en nuestro país no sea más difícil que en Namibia, por ejemplo. Y con todo el respeto a los funcionarios, que hacen muy bien su trabajo: en un país próspero la máxima aspiración de un joven no debería ser trabajar para el Estado.

La tercera y última lección es que no siempre la protección social es lo que parece. Así pues, un salario mínimo interprofesional demasiado alto lo que hace a largo plazo es aumentar el paro, no los salarios. Los países más prósperos del norte de Europa no tienen salario mínimo.

Por tanto, deberíamos abrir los ojos y no dejarnos embaucar por populismos o promesas absurdas. Debemos ser libres y dueños de nuestro destino.

Daniel Ortiz Guerrero.

Publicado en El Adelano Bañezano.