Durante la Primera Revolución Industrial, la era a la que tanto debemos, el despertar de la modernidad técnica del hombre tras tres largos siglos desperezándonos del letargo medieval, comenzaron a darse en Inglaterra (¿Dónde si no?) los primeros atisbos de la mentalidad estática que hoy constituye buena parte de la protesta en materia laboral y económica.
Según cuentan, Ned Ludd, un inglés que en 1779 saltó a la fama por romper un par de máquinas de tejer, empezó a dar nombre a una de las primeras corrientes obreristas del mundo: el ludismo. Quienes ahora protestan contra la globalización o la libertad de mercado, o la tecnología o la innovación, tuvieron sus oscuros antepasados en este movimiento.
Los luditas tenían como premisa y excusa para sus acciones contra las máquinas el hecho de que éstas podían realizar el trabajo de varios operarios, requiriéndose menor cantidad de mano de obra y por lo tanto, una fábrica, necesitaba emplear a menos obreros. Ello, según su concepción estática de la evolución humana, generaba desempleo y pobreza. Así pues, su misión era romper aquellos artilugios que sustituían trabajadores y firmar con el llamativo seudónimo de Capitán Ludd.
Pronto se dieron cuenta de que ese no era el camino. Porque, si bien a corto plazo las máquinas podían sustituir mano de obra humana, a largo plazo daban paso a un fuerte aumento de la producción, a menor coste, lo que creaba a su vez la necesidad de contratar a nuevos obreros para estos o para diferentes puestos de trabajo. A su vez, este aumento de la producción generó un incremento de la riqueza sin precedentes en la historia y, aunque en principio los obreros vivían en unas condiciones que hoy nos parecerían infrahumanas, si abandonaban el campo para ir a trabajar a una fábrica era porque la vida en este segundo oficio era mejor cualitativa y cuantitativamente hablando.
Esta lección histórica es digna de ser tenida en cuenta cuando alguien nos venda el catastrofismo. Y entender que lo único que necesitamos para progresar es que no nos estorben.
Publicado en El Adelanto Bañezano