Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

Contraintuición

En el ámbito de las ciencias humanas, lo menos recomendable es seguir la intuición que nos incita a actuar de una manera irreflexiva. Así pues, y dado que la sociedad no es un individuo con lógica y voluntad, debemos examinar las cosas desde un punto de vista más desapasionado y de una manera contraria a la intuición, contraintuitiva.

En el ámbito de los problemas sociales, a diferencia de lo que ocurre a cada uno, de manera individual, la intuición se revela como el peor de los enemigos. Y en los siguientes párrafos intentaré explicar por qué.

Ante el análisis de los problemas sociales: pobreza, desigualdad económica, necesidades básicas, salarios bajos, trabajo precario, incluso desempleo de larga duración, etc. la respuesta intuitiva más lógica suele ser solicitar a una autoridad superior y omnisciente, que todo lo controla (porque deseamos, contra nuestra libertad, que todo lo controle), es decir, El Estado, que entre a saco en el asunto y por Ley establezca cómo tiene que ser la realidad. ¿Puede lograrse eso? ¿Se resentirá la libertad de las personas si el Estado controla su voluntad?

Que el Estado se inmiscuya resulta inevitablemente liberticida. La principal función del Leviatán es la justicia: evitar que un sujeto se inmiscuya en un derecho ajeno, contra la voluntad de su titular, exempli gratia: evitar que yo ocupe tu casa por la cara. Y cuando no existe esa agresión a derecho ajeno, sino un pacto libre entre individuos, el Estado debería envainársela.

Pero no, el Leviatán se inmiscuye, y sube el salario mínimo con la buena intención de que los trabajadores cobren más, y lo que consigue, con su intuitiva intervención es condenar al paro y al hambre a todos aquellos que voluntariamente trabajarían por algo menos y darían gracias por ello.

El otro gran mantra de los estatistas es la desigualdad: entienden que todos debemos ser iguales. En todo. Sin saber que salvo en la igualdad legal, cuestión indispensable para ello, en el resto de acepciones, tratar de igualar a los ciudadanos significa robarles su libertad.

Como ven, no siempre la intuición es de fiar.

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