Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

Más de ciento, en horas veinticuatro

Escribir es un arte cuyo dominio y realización requiere de una constancia y voluntad a menudo no asociadas al talento o a los conocimientos. Por eso diariamente somos bombardeados por miles de caracteres tipográficos a los que no solemos prestar importancia: se escribe mucho y mal.

Un mal escrito puede entenderse, a su vez en dos sentidos diferentes que pueden o no coincidir: el sentido formal: gramática, léxico y ortografía; y el sentido de fondo: argumentación congruente, retórica expositiva y contenido material. Esto último es lo que comúnmente llamamos ir al grano.

Una vez que logramos dominar las dos vertientes, y tenemos un tema de nuestro interés que tratar, hemos de añadir un tercer elemento: la voluntad. En la voluntad va incluida tanto la intención como el necesario esfuerzo intelectual y temporal. La dedicación. Si no se tiene voluntad de alumbrarlas, muchas buenas engendradas ideas acabarán en aborto y el mundo no podrá siquiera sospechar del ser de las mismas en la mente del autor. Son partículas vibrantes en un misterioso universo que necesitan su catalizador para ser convertidas en elementos de utilidad.

Podría hablar de la vertiente artístico-intelectual e incluso del reflejo del alma del autor que supone la existencia y descubrimiento de su obra do quiera que sea leída por otro ser. Sin embargo quiero hacer hincapié, antes de soltar la pluma, en la vertiente filosófica de la escritura. Puede llegar a ser, por su versatilidad, el soporte de una obra más imperecedero que existe; y lo es en la medida en que tiene una fácil reproducción y traslación a otros soportes fisicos. Las ideas y las palabras no mueren fácilmente una vez escritas. Las piedras sufren la erosión de los agentes climáticos. Las pinturas se deterioran. La segunda ley de la termodinámica es un martillo implacable contra las obras materiales. Por eso la palabra puede ser potente e imperecedera, se puede conservar per saecula saeculorum. Y lo que se conserva no es más que un estracto del alma de su autor. La mayoría de las personas que pasan por este mundo perecen y se olvidan. Quizá es un camino hacia la trascendencia. Una huella de tu paso por la historia de la humanidad.

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