Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

Por qué no soy «podemista»

Cuando alguien toma una posición política con respecto a algún asunto de res pública, en lo primero que uno cae es en que los hooligans del movimiento al que criticas se lanzan contra ti con asombrosas acusaciones. «Tú no quieres que gane Podemos porque vives muy bien así, con la gente pobre sufriendo». «Tú quieres flexibilizar la legislación laboral para poder explotar a los trabajadores». Y la más recurrida: «a ti te pagan por decir eso».

Si fuera por puro interés personal, quizá a algunos nos sería más fácil unirnos a esos movimientos estatistas, intervencionistas, que hay tanto en la izquierda como en la derecha; y que en España están encontrando su cénit en torno al «movimiento» Podemos. Para mí, y para más gente, sería fácil medrar, ganar clientes para mi despacho, y no tener que argumentar en debates, si me uniera a los estatistas. Pero en conciencia, y siendo una persona progresista, uno no puede apoyar algo que nos va a conducir a la ruina y a la falta de libertad.

La descrita en el párrafo anterior es, y lo digo desde la más absoluta modestia, la misma tesis que defiende el premio nobel de economía Friedrich August von Hayek, en su ensayo político Camino de servidumbre. Hayek recoge en su libro una cita del filósofo británico David Hume, el cual explica que «es difícil que una libertad se pierda toda de una sola vez». La tesis del economista austriaco, desarrollada en tiempo de los totalitarismos nazi, fascista y comunista, gira en torno a que la intromisión del Estado, posiblemente con buena voluntad, en parcelas de libertad que corresponden al individuo (regulación de mercados, salario, prestaciones públicas) conduce inevitablemente a una paulatina pérdida de derechos.

Aunque lo que se pretenda conseguir es, como dice nuestra Constitución en su preámbulo, «asegurar a todos una digna calidad de vida», se llega al efecto contrario a través de un lento proceso que es imperceptible en el día a día. ¡Que vigente está esta tesis en países como Venezuela! Por ello, queridos lectores, no soy de Podemos.

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