No hay soluciones milagrosas a las tremendas dificultades, las de verdad, a las que una persona común ha de enfrentarse a lo largo de la vida. La vida es una carrera de obstáculos, si bien es cierto que unos tienen más obstáculos que otros. No hay atajos en la política, y quien lo sabe no se cree las soluciones ‘fáciles’ y milagrosas que propone Podemos, o que proponen para Cataluña los independentistas. Ninguno de esos atajos, en caso de tomarse, dará resultado positivo alguno. No hay atajos en la vida: no existe el dinero fácil, no hay camino al éxito que no conlleve sufrimiento, dedicación y esfuerzo. A veces nos dejamos seducir por sorprendentes historias de personas a quienes la suerte les ha sonreído por haberles tocado la lotería, o por triunfar en un programa de la tele. Son una excepción entre millones de decepciones. No nos debemos llevar a engaño.

Sólo quien vive quejándose, pidiendo a los demás, a la sociedad, al mundo, que le saquen de su situación, puede pensar que hay soluciones fáciles y que lo suyo es simplemente mala suerte. Sólo alguien así puede votar a Podemos, o a Esquerra. Quejarse es fácil, y a ello tiene derecho todo el mundo. Ahora, no todo el mundo tiene derecho moral a quejarse. Sólo quien lo ha intentado, una y otra vez, y una y otra vez se ha estrellado contra el muro de la realidad está moralmente legitimado para ejercer su derecho de queja.

Ante tu fracaso vital, sólo tienes dos actitudes, porque no hay atajos: quedarte en una esquina, llorando, quejándote al mundo de tu desgracia y tratar de buscar soluciones milagrosas; o bien, poner pie en pared, echarte tu vida a cuestas, y caminar por la senda del esfuerzo, día tras día, intentándolo una y otra vez hasta que el triunfo aparezca. La segunda es a priori menos atractiva pero, a largo plazo, te permitirá disfrutar del fruto de tu esfuerzo y te darás cuenta que tantas horas y tanta desesperación, al final, merecieron la pena.

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