Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

Aux armes, citoyens

Hay momentos en la historia, en que un ideal recorre como una ola, como un tsunami, y sacude durante una época una región del mundo cambiándola para siempre. Dejando atrás centenares, miles o incluso millones de mártires con cuyas vidas se paga el precio de la libertad. Así ocurrió a finales del siglo XVIII con las revoluciones francesa y norteamericana, seguidas de innumerables revueltas y cambios en todo el mundo occidental: toma de conciencia de los pueblos, proclamación de la soberanía nacional. En ello se encuadran el movimiento de resistencia a la invasión francesa y la inspiración ilustrada que dio origen a la Constitución Española de 1812, o la posterior independencia de los países americanos.

Claro está que ha habido cambios en las formas. El hecho de que las comunicaciones sean cada vez más fluídas, con la aparición del correo moderno, del telégrafo, el teléfono, la radio, la televisión y en las últimas décadas, Internet, han propiciado que cada vez que se produce un cambio, éste se produzca en un espacio más reducido de tiempo. Véase revoluciones europeas de 1848. O la caída del muro del Berlín, premonición del fin, en 2 años, de todos los estados Comunistas de la Europa del Este.

En el mundo árabe, plagado de Estados liberticidas anacrónicos, iba a estallar el cambio revolucionario tarde o temprano. No necesariamente violento, ahí está el ejemplo de Túnez, pero sí era necesario un puñetazo encima de la mesa de una masa crítica de ciudadanos jóvenes, a quienes merced a internet, no engaña ya la propaganda de los regímenes corruputos y dictatoriales que secuestran sus derechos.

Se equivocaba la Izquierda europea cuando acogía en su seno a Ben Alí y a Mubarack. Y se equivoca la Derechona, cuando dice que la democracia no es posible en países musulmanes. O que éstos a lo más que pueden aspirar es a una dictadura moderada, antes que arriesgarnos al peligro de la emergencia de otro Jomeini que funde una república Islámica y antioccidental. Olvidando de paso, que fue Occidente quien apoyó el ascenso de Jomeini.

No señores, se equivocan los carcas de la izquierda y la derecha europea. La democracia liberal si es posible fuera de Occidente -ahí está Japón-. Lo único necesario para su establecimiento es la existencia de individuos, personas con la voluntad de ser libres e iguales ante la Ley. Y a fe que la juventud árabe, mucho menos tradicionalista y más numerosa que la generación que les precede, goza de esa conciencia.

Algo ha cambiado para siempre en el norte de África y Oriente Próximo. Y los Ciudadanos -porque ahora lo son de verdad-, que tienen ya conciencia de que su destino depende únicamente de su voluntad, no van a permitir que les arrebaten lo que valientemente se han ganado. Las manifestaciones en las céntricas plazas de las capitales norteafricanas, evocan, una vez más el famoso verso inspirador de libertad plasmado en La Marsellesa, el himno revolucionario francés: Aux armes, citoyens.

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