No me considero patriota, ni mucho menos nacionalista. Respeto al que lo es, igual que respeto a socialdemócratas de izquierda o derecha. Pero el patriotismo actualmente se me asemeja a un sentimiento de tribu primario, de pertenencia al grupo. Nosotros, los de casa, contra vosotros, los de fuera. No me gusta eso. Más que nada, porque los de fuera suelen tener los mismos defectos y las mismas virtudes que los de casa.
Reconozco que no siempre pensé así. Antes me consideraba más bien patriota moderado. Todo joven necesita creer en algo, o sentirse parte de algo. Sin embargo, la idea que pretendo exponer aquí parece contradecir lo que he dicho antes, porque prefiero que España siga unida.
Parece contradictorio, pero no lo es. Porque es falso que el patriotismo esté pasando por horas bajas en España. Al margen de la deformación castiza del mismo, que solemos llamar con sorna «patrioterismo», que los simpatizantes de la derechona suelen albergar con desparpajo e ilusión despreocupada, los españoles en general seguimos siendo patriotas. Seguimos siendo patriotas pero no de España.
Desde la catarsis nacional que supuso el desastre del 98 y el desilusionante siglo XX para la Nación, el patriotismo, con sus intrínsecas y primitivas características ha mudado de tamaño: ahora somos patriotas de pueblo.
Al margen de los conocidísimos tópicos del nacionalismo vasco y catalán, ideologías que han rayado el delirio en más de una ocasión, como aquella en la que algunos creyeron que el «eusquera era la lengua del paraíso terrenal», hay un sinfín de sentimientos tribales que pueblan el triste panorama nacional.
Así pues, fijémonos en lo nuestro: el leonesismo. Casi nadie es patriota español en León. Sin embargo, hay un casi unánime sentimiento hacia la «región perdida» de las tres provincias occidentales. Hasta nos hemos inventado al enemigo pucelano (los de pueblo, nunca nos llevamos bien con los del lugar vecino).
No soy un patriota español, pero creo que España, como unidad política elimina, actualmente, muchos de los miedos, fanatismos y sentimientos de tribu que a nivel chico sufrimos por separado los españoles.
Artículo publicado en El Adelanto Bañezano