Esperanza Aguirre dijo una vez, creo recordar, que eso de la superioridad moral de la izquierda en democracia es una mamarrachada. Uno de sus antecesores en el cargo, el socialista Joaquín Leguina también ha criticado esa actitud de los «nuevos progres», de identificar a la derecha con el franquismo y la dictadura y presentar a la izquierda como la única legítima para gobernar. Fue el error de Azaña durante la República y a la postre acabó con la democracia al tratar de excluir del sistema a la mitad de la población.
La democracia (la democracia parlamentaria, la liberal, la única real) sólo se puede sostener si los participantes en dicho sistema reconocen como legítima para gobernar cualquier opción libremente elegida por los ciudadanos conforme a derecho. El respeto al adversario político, que no enemigo (en democracia no hay enemigos entre partidos), es una de las muestras más claras de reconocimiento de un demócrata. Y aquellos que intentan ridiculizar a la derecha, por no avergonzarse de serlo, dicen muy poco de su ideal de democracia. Además, hay que tener en cuenta, que en un sistema de gobierno representativo, ninguna opción política intenta desfavorecer al pueblo (iría contra sus propios intereses, puesto que es el que los elige), sin embargo a tenor del discurso de algunos izquierdistas, los líderes de la derecha son malos y buscan excusas para fustigarnos; cuando lo que ocurren en realidad es que desde la socialdemocracia por un lado y la heterogénea derecha (liberales, democristianos, conservadores, etc), se buscan soluciones a los mismos problemas pero de manera diferente, porque todos tenemos ideas diferentes (más sector público, más sector privado, etc), y esa es la base del respeto.
No es que yo me identifique con la derecha o la izquierda, pero me parece lamentable que a día de hoy subsistan entre quienes en teoría son moderados en la izquierda, expresiones como la mencionada «derecha encantada de haberse conocido», porque nadie tiene por qué avergonzarse de sus ideas mientras no sean violentas o ilegales. Y tratar así al adversario político, retrata al sujeto pronunciante.