
Ganó tres títulos mundiales en los 10 años y pico que pudimos verlo en la máxima categoría. Era un tipo carismático, comunicativo, y al igual que otros grandes talentos, como Fernando Alonso, sin ir más lejos, tuvo que hacer frente no sólo a los ataques de rivales con coches más rápidos, sacando petróleo de cachibaches a pedales, sino también al poder deportivo del momento, la FISA de Balestre, el amigo de Prost, mucho menos políticamente correcta que la FIA de Mosley-Todt.
Debutó con Toleman, un equipo pequeño, y sorprendió a todos cuando una bandera roja injustificada le negó aquel año 84 un merecidísima victoria en Montecarlo. Los siguientes tres años, regaló al equipo Lotus sus seis últimas victorias, y comenzó una racha de pole positions cuaya proporción aún no ha sido superada (Schumacher ha conseguido una pole más que Senna, pero ha disputado el doble de grandes premios que el piloto sudamericano).
Era, igual que hoy lo son Alonso o Vettel, un genio bajo la lluvia, cuando la potencia del motor, o la estabilidad de las suspensiones, o la arodinámica perdían importancia en favor del talento puro y la inteligencia del piloto: ver Gran Premio de Europa en Donington, en 1993. Era rápido, muy rápido. Tan rápido que se llegó a asustar con su máxima concentración al meterle un segundo y medio en clasificación en Mónaco a su compañero. Pero para mi, amén de las 6 victorias en Mónaco, su mejor carrera, su talento en estado puro fue en Suzuka 1988, cuando remontó desde la decimocuarta posición, al tener un problema en la salida, y adelantó a un rapidísimo y talentoso Prost, que lideraba desde el principio la carrera con una máquina igual que la suya. Se le suele comparar, por cosas como estas, con Jim Clark, pero el siempre fue seguidor del genio argentio Juan Manuel Fangio, de quien fue gran amigo.
A día de hoy, en un deporte en el que los campeones eluden idolatrar o tener favoritos, Senna es el único que aún es puesto como ejemplo por casi todos los pilotos, sobre todo los jóvenes: ahí están las declaraciones de Hamilton, hablando de religión y diciendo -rozándo casi el ridículo- que Alonso siempre será su Prost. O Alonso, afirmando no tener ídolos, pero desde que llegó a la Fórmula 1 ha dicho varis veces que su máximo objetivo es ser al menos tricampeón para igualar los títulos del paulista. Lo que ya me parece excesivo es que Ascanelli, ingeniero de Red Bull, que entre otros trabajó con Senna, diga que Vettel está al nivel del brasileño. Sin embargo, la recurrencia constante al piloto de San Pablo, no hace sino poner de manifiesto lo actual que sigue siendo Senna, la inspiración que sigue emanando de su figura aun 17 años después de su muerte.