Hasta ahora, todos los antitaurinos demuestran un analfabetismo supino. Hay que bucear en la historia, en el fondo de la cultura latina para entender lo que significa el toreo. Y no, no soy un aficionado a los toros, pero creo en la libertad, en el derecho de las personas a hacer lo que consideren oportuno y la prohibición no es más que una forma de opresión de unas personas contra otras que no tiene ningún sentido. Si los autodenominados antitaurinos están tan convencidos de que tienen razón que den argumentos y convenzan a los demás para abandonar las prácticas que no consideran oportunas. Pero no tienen ningún derecho a prohibir a otros hacer lo que consideren oportuno.
Dicho esto, hay que argumentar un par de cosas: El toro de lidia tiene una vida tan placentera que en caso de que tuvieran conciencia suficiente, despertaría la envidia de muchos de los animales que criamos con el único objetivo de alimentarnos. El hombre, digan lo que digan, es un animal omnívoro, necesita tanto vegetales como animales en su alimentación para completar su desarrollo biológico. Si tenemos en cuenta esto, el toro de lidia es un privilegiado en la escala de los animales criados por hombres, puesto que pasa un 98 por ciento de su vida en un aténtico paraíso. En segundo lugar, salvo el hecho de ser picado para colocar las famosas banderillas, tiene un tiempo de diversión, como todo mamífero, embistiendo el objetivo que el torero le coloca en forma de capote o muleta. Y por último, tiene una muerte rápida, directa al corazón con el estoque, o al tallo cerebral con la cruceta. ¿Dónde ven ustedes la tortura?
Guste a quién guste, esta es una fiesta latina; heredera directa de los juegos de circo romanos, que sufren una transformación merced al cristianismo y a la humanización del espectáculo. Y no es una muestra de la superioridad del hombre frente al toro; al contrario, es una prueba de valor. Un homenaje al animal bovino. España, Francia, Portugal, México, Colombia, Perú…