Vivimos en un mundo dónde parece que nos hemos creado una burbuja que nos aisla de la realidad. Me refiero a que tenemos unos valores y unas ideas de paz que no son malas, pero al mismo tiempo nos olvidamos del valor, de la justicia, o de la amistad, incluso del perdón porque muchos de estos principios exigen la existencia de violencia, odio, enemistad u otro tipo de males que aquejan y aquejarán al mundo mientras existan seres humnanos. Porque mientras existan seres humanos habrá odio, envidia, malas intenciones, mediocridades y bajezas. Por eso parece, que para olvidarnos de todo eso peyorativo que caracteriza al ser humano, nos creamos una burbuja aislante que hace que nos olvidemos de que lo realmente bello, es que entre toda esa mierda hay personas que merecen la pena, que salen ahí, e intentan darle la vuelta, intentan que por una vez los hijos de la gran puta no se salgan con la suya, algo que generalmente no consiguen, pero lo que si logran, es que a los malos no les salgan gratis sus injusticias estúpidas, y lo que es más importante, sirven de ejemplo a otros, son una luz en la penumbra de la noche.
Sé que a los ojos de cualquier imbécil o ingenuo, esto que voy a decir sonará muy incorrecto, y pensará que no se debe hablar de ello. Pero debo decirlo, asi que allá vamos. Más allá de la corrección política y otros complejos que aquejan nuestro tiempo, todos hemos visto peleas en los patios de colegio o hemos participado en alguna en nuestra infancia, o en nuestra adolescencia en el instituto. Eso, si de adulto a alguno no le ha tocado también batirse el cobre en legítima defensa. A lo que voy. Hay una serie de personas que lo único que buscan es la gresca, la pelea, la provocación, y campan por el mundo a sus anchas, seguros por su fuerza física de que nadie se les opondrá. En estas circunstancias, y más aún cuando concurren agravantes, como injurias a la legítima, combiene recordar la figura del héroe. Aquí hemos caído en la falsa idea de que el héroe es el que gana la pelea imponiéndose por su fuerza física. Dicho de otro modo: muchas veces, seguro de su victoria, es considerado más hombre o más valiente el que provoca la pelea sabiéndose más fuerte. Y aquí está el error. El héroe en realidad nunca ataca. El héroe sólo interviene en su propia defensa o en la defensa de las personas a las que aprecia, o de personas indefensas que por desgracia se han topado con un impresentable. El héroe no es siempre el ganador de la pelea, sino el que por una causa noble y justa, da todo lo que tiene dentro de sí. Puede que los malos sean más fuertes, pero son más cobardes porque han provocado una pelea a sabiendas de su superioridad física. El héroe se bate sin provocar la pelea, sólo movido por el deber, por el honor, aún a sabiendas de su inferioridad física y riesgo personal. Es ahí donde entra la superioridad moral. Y rara vez ocurre. Pero cuando un héroe consigue salir victorioso, se abre un rayo de esperanza. Por eso siempre necesitamos héroes, porque aunque pierdan, siempre habrá otros dispuestos pararle los pies a los hijos de perra que hacen que éste sea un mundo inhóspito.