Daniel Ortiz

EXTRA ITINERE AD ADSTRA

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En esta provincia, y en buena parte de la de Zamora, mi provincia natal, se ha extendido entre la población un grito de guerra a modo de protesta y búsqueda de explicación de nuestra propia mediocridad: “pucelano el que no bote” gritan algunos, convencidos de que el subdesarrollo del “País Leonés” se debe a las malas artes –la mano negra- de Valladolid. Como alguna vez he leído en un artículo de Sostres en ABC, quejarse es de perdedores.

En lugar de mirar a Valladolid como la causa absoluta de nuestros males y de tratar de resucitar una división administrativa –que por otro lado, como tal, nunca existió- del pasado, lo que debemos hacer es ponernos a trabajar. A la Junta, sea del color político que sea, sólo podemos pedirle que nos unos impuestos bajos para que nos deje intentarlo y no abandonar esta tierra entre improperios hacia enemigos que nunca lo han sido.

Valladolid es la capital –de facto- de Castilla y León. Es la sede de las Cortes y del gobierno de la Comunidad autónoma y debe serlo en tanto en cuanto es la única gran ciudad que históricamente puede decirse tan leonesa como de Castilla la Vieja. Ocupa la posición central de su provincia y queda en el centro, también, de la Comunidad de la cuenca del Duero.

Lejos de inventarnos idiomas que cualquier lingüista calificaría como dialecto de la misma lengua que el aragonés y el castellano –y no es otra que el español-, deberíamos decir orgullosos que la lengua que hoy hablan cientos de millones de personas en el mundo tuvo una de sus primeras manifestaciones aquí, con la “Nodicia de Kesos” en pleno siglo X. Debemos pues de abandonar el provinciano regionalismo, el localismo y la constante queja reivindicativa a la que estamos acostumbrados y preguntarnos qué podemos hacer los leoneses (de las tres provincias) para que nuestra tierra sea atractiva para el mundo. Y en ello nos va a ayudar, como gran centro industrial del norte de la meseta, Valladolid.

Publicado en El Adelanto Bañezano.

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